martes, 31 de enero de 2012

Tardes de domingo

Llega el domingo, sobremesa. Sé que ya se acerca el momento y siento unas cosquillitas nerviosas en el estómago de las cuales todavía no sé el porqué, pero me gustan. Y por fin, sentado frente a un cortado, mecidos alguna canción que suena de fondo, empieza la parte de ese día que más disfruto.


Apenas es media hora, pero saboreo cada segundo sabiendo que no lo volveré a vivir. Que es único. Y es que es el único momento de la semana en el que soy realmente consciente de mi persona, de donde estoy, con quien, que sabor tiene ese café, el color de las paredes, el aroma en el ambiente.


Es algo que echaba de menos. Y es simple. Lo complicado no es encontrar el lugar ni el momento. Eso está ahí siempre. Lo realmente complicado es encontrar la compañía. Y yo la he encontrado.

domingo, 15 de enero de 2012

Videoblog

Lo primero que quiero decir es que espero que esta entrada sea la primera -pero si llevas publicadas 10 entradas ya aparte de los otros blogs que se ha quedado ahí "empantanaos" -. Joder, ya está el otro con la cantinela. Os explico, es una vocecilla que hay dentro de mi cabeza que no puede estarse calladita. "Eso es la conciencia", dirán algunos. ¡Y una leche! Vas a saber tú lo que es mejor que yo.

Bueno que se me va. Pues eso, que quiero retomar este blog por lo menos para seguir escribiendo, porque ya sé que no lo lee ni Peter. Y una vez aclarado esto, al lío.

Aquí pongo una foto de un gateque, que he leído por ahí que las entradas de blog con
imágenes se leen más que las otras.


Hace poco he sabido que los videoblogs están de moda, vamos, que uno está aburrido y dice:
-Vamos a ver, ya me he visto la última temporada de Sexo en Nueva York, he retwitteado media hora y he descubierto 5 páginas guarras. ¿Y ahora qué? ¡Anda! ¡Si mi portatil tiene una cámara! Voy a contar mi vida y voy a grabarlo para que la gente vea lo fantástico que soy.

Total, que he estado dandole vueltas y me he dicho: "Igual hago una entrada con video, hay to' guapo, con efecto tresdes, a doble pantalla y fondo musical de nivel".

Pero tras pensarlo detenidamente, me he dado cuenta que el resultado sería más o menos éste:



Y es que, Qué Vida Más Triste.

miércoles, 12 de octubre de 2011

Ángel Llácer me pone de los nervios


Sé que mucha gente dirá:

“Pero si es un chico muy majo y le da sal y ritmo a los programas que realiza”
Para mí no es razón suficiente. Todo eso es lo quieren hacernos creer, pero yo les tengo calados. Para mí es un tipejo enjuto, con el pelo piedrahitesco, con alma de locaza del festival del día del orgullo (y no del orgullo friki, sino del gay, de los homozezuale). Es la parte esquizofrénica, histérica y exasperante de cada uno de los programas en los que participa. Como ejemplo de todo esto, lo que está pasando ahora mismo, la razón por la que estoy escribiendo estas líneas.

Programa de Tu cara me suena, en Antena3 (sí, además de anuncios, también se pueden ver algunos programas). El señorito Llácer forma parte del jurado, junto a Mónica Naranjo, Latre y alguna otra más de la que no me acuerdo ahora mismo. Todos dicen su opinión y veredicto de la canción que el famoso de turno acaba de interpretar. Pero a nuestro angelito no le basta con eso. Él se levanta, hace espasmos, grita, convirtiéndose así en el verdadero protagonista del programa en cuestión.

–¡Lo has hecho muy bien, Santiago! Pero tienes que sacarle más garra… ¡Aaaarrrgh!

Y a causa de todo esto, no puedo evitar imaginarme a este tío en las tareas más cotidianas del día a día.

Situación: Una mañana en cualquier panadería de barrio. ¿Cualquier barrio? ¡No, el barrio de Ángel Llácer! Los clientes van sucediendo a lo largo de la mañana.

Entra una señora mayor, la típica abuela de familia con numerosos nietos.

–Hola, buenos días niña. ¿Me das una barra de pan y dos cajas de leche?

Después un niño pequeño, de sonrosados mofletes y mocos por toda la cara.

–¿Cuánto cuestan los bollos de chocolate?

–Un euro la bolsa.

–¿Y dos bollos?

–No los vendemos sueltos.

–¿Y a peso?

–No, sólo la bolsa.

­–¿Y tienen cojón de mamut?

–No.

–Bueno, pues… me das una bolsa de gusanitos- dice tras pensárselo mientras se restriega los mocos en la manga del jersey.

Por fin entra el señor Llácer.

¡OYE, PONME UNA BARRA DE PAN! – grita pronunciando mucho la R y sosteniendo la N final. – ¡ME DAS TAMBIEN UNOS CGUASSAEN DE CHOCOLATE! – pronunciando esta vez con un horrible acento francés.

VENGA, MÁS BRIO, SIENTE EL PAN, SÉ EL PAN. MÁS FUERZA, MÁS BRIO. ¡DÉJAME A MÍ, YA VERÁS! – convirtiéndose así, una vez más en protagonista de todo lo que hace.

¿No es para saltar del mostrador y pegarle con la barra de pan del día anterior en la cabeza? Yo estoy seguro de que uno de estos días, le veremos tirarse al suelo, convulsionar violentamente y soltar espuma por la boca. O será asesinado violentamente y en directo por algún otro chiflado como él a golpe de un lenguado congelado al grito de ¡SIENTE EL LENGUADO, SÉ EL LENGUADO! Y en ese momento todos sentiremos una liberación en nuestro interior y descubriremos la grandeza del Nirvana en nuestras auras al haber eliminado de nuestras vidas al duendecillo de polémico, escandaloso y socarrón que trastocaba nuestros chakras.

Si es que tenía que haber visto Granjero Busca Esposa

miércoles, 31 de agosto de 2011

Viajes sin coste adicional



Comen de una bolsa y empiezan a oír unas voces que dicen que les transportarán a los lugares más fantásticos sin moverse del sillón. Y es que por mucho que se empeñen en compararnos la experiencia de comer esos maíces con un viaje en avión, al ver ese anuncio es inevitable pensar que en esa bolsa en vez de maíz hay una cantidad considerable de pastillitas de colores.

Para empezar, el anuncio comienza con un grupo de tres personas sentadas en un sofá, abatidas y cansadas. Cada uno de estos tres especímenes abre una bolsa y al comer el primer grano de maíz una voz comienza a decirles que están en un viaje en avión con destino en la India, Singapur o la fábrica de Chocolate de Willy Wonka, todo depende de la bolsa que hayan escogido.

Yo quiero que rueden ya mismo la segunda parte, en la que se ve la misma sala, pero como si fuera la habitación de hotel de Resacón en las Vegas o de 1408 (Stephen King). En donde la chica está desnuda encima de la mesa cubierta por pintura de diferentes colores, el ricitos esté rapado y muerto encima del sofá, tiñéndolo de rojo sangre y el otro en una esquina, abrazándose las piernas y meciéndose al sonido de: “No le he matado, sólo he liberado al enanito que vivía dentro de su cabeza...”

domingo, 24 de julio de 2011

Poema de verano

Llega el verano, llegan las risas,
llega el calor y la gente con prisas.
Terraza de jazz, cervezas frías,
y para desayunar tostadas con mantequilla.

Más tarde la playa en una ciudad perdida.
Qué bonita la arena que ahora ya nadie pisa.
Pero no todo es bonito, me falta una cosa.
Me faltas tú para darte esta rosa.

viernes, 22 de julio de 2011

La gran batalla

Relato inspirado por esta canción.




En el pueblo de Katterpix, todo se regía según las leyes que su dictador, el Gran Krauss, quería. O eso creía él. Desde hacía unos meses, sus habitantes, cansados de tanto dolor y violencia, decidieron vengarse. Llevaban meses preparando la operación. Si todo salía bien, este acto sería el fin del mandato de Krauss. Con Kirkman al frente, todos los hombres de Katterpix, cogieron espadas, hachas y arcos, se armaron de valor y fueron en busca de la victoria.

Cientos, miles de personas se agolpaban a las puertas del castillo exigiendo la cabeza del Señor. Los primeros intentaban derribar las puertas mediante un gran tronco mientras su líder, Kirman, gritaba:


-¡Estad preparados! ¡No sabemos a lo que nos enfrentamos, pero no nos rendiremos! ¡No tengáis piedad, matad a todo el que se cruce en vuestro camino! ¡Somos más y mejor preparados!-después, de cara al castillo, gritó -¡Krauss! ¡Sal aquí fuera y enfréntate a tu destino! Venimos a mataros, y no nos iremos hasta conseguirlo!


Con el último grito se abrieron las puertas y todos entraron sin mirar atrás. Miles de orcos estaban esperándolos, pero ellos no se amedrentaron. A su paso desmembraban a sus oponentes, cortaban cabezas, clavaban espadas. Pero no frenaban su avance. Decidido, preciso y constante. Hasta el más joven de los guerreros, que no alcanzaba los 17 años, armado con una espada corta, era tan sanguinario como el más cruel de los piratas. Algunos compañeros se desangraban a causa de las heridas que los orcos les abrían en sus cuerpos, pero ellos no se detenían, seguían blandiendo sus armas hasta que el último aliento se escapaba de sus bocas. Al fin llegaron al Gran salón, donde el odiado dictador les esperaba:


-¿Quiénes sois y quién os envía?

-Somos tus esclavos y venimos a mataros.

-Después de todo lo que he hecho por este pueblo, ¿y así me lo pagáis?

-Tú no has hecho nada, sobrevives gracias a nosotros.

-Mide tus palabras, o me veré obligado a castigarte.

-¡Cállate y pelea por tu vida!

-¡Habrás deseado no pronunciar esas palabras!

-¡Adelante, chicos! ¡Sin piedad!


Los arqueros empezaron a disparar mientras los demás entraban en el Gran Salón blandiendo sus espadas y sus hachas. Los orcos les superaban en número, pero eso no les frenó. Los dos ejércitos que poblaba el Salón se enfrascaron en una guerra a muerte por la libertad. Poco a poco, el suelo de la estancia se fue cubriendo de un manto viscoso de color granate, donde los vencidos, orcos y hombres, caían salpicando a los que seguían en pie. Kirman se abría camino entre la batalla. A su paso, veía como sus hombres luchaban con todas sus fuerzas. Uno de ellos estaba casi derrotado. Un orco le había desarmado cortándole el brazo y tirándolo al suelo. Pero, lejos de rendirse, agarró su brazo, que aún sostenía la espada, y se la clavó en la cabeza al orco. Otro buscaba a tientas un oponente con su espada -le habían sacado los ojos- agitándola en todas direcciones, pero con precisión. Los arqueros ya habían guardado sus arcos y ahora peleaban con sus espadas, matando orcos sin piedad alguna. Los hombres de Katterpix luchaban con fuerza y valor, pero con eso no bastaría.


-¡Arrancádles la cabeza! ¡Coged sus armas una vez los hayáis matado! -les ordenó Kirkman a sus hombres.- ¡Y ahora, Krauss, prepárate a morir!


Mataron a todos los orcos, ya sólo quedaba su líder. Todos los hombres se abalanzaron sobre él, pero Krauss se defendía. De un sólo movimiento de espada, la hoja de la misma se llevaba consigo las cabezas, brazos y piernas de sus oponentes. Mientras sus hombres intentaban cansar a Krauss, Kirkman acechaba por detrás del dictador, esperando su confianza. Éste se dio la vuelta, pero ya era tarde. La espada de Kirkman atravesó su pecho, mientras los demás aprovecharon este ataque para ensañarse con él. Krauss estaba ahora tirado en el suelo, pero gritaba con odio:


-¿Creéis que habéis vencido? Me habéis matado a mí, pero otro ocupará mi lugar. Estáis perdidos, y lo sabéis. No podréis sobrevivir sin mí.

-Eso ya lo veremos -dijo Kirkman antes de cortarle la cabeza de un tajo.


miércoles, 13 de julio de 2011

Herencia inconsciente


A buen ritmo de jazz por el amigo Cullum, del que podré disfrutar mañana, 14 de Julio, y después de varios días acudiendo a distintos conciertos se me viene a la mente lo que he titulado Herencia Inconsciente. Se trata de los hábitos, gustos y costumbres que vamos adquiriendo gracias a nuestro entorno.

Estoy seguro de que pocos jóvenes de mi edad saben disfrutar de este tipo de música, ya que lo que más se escucha ahora son variantes totalmente diferentes. Mi caso es completamente diferente. Mis primeros recuerdos musicales se ubican en casa de mis abuelos. Siempre que entraba la casa ya estaba llena de artistas como Louis Armstrong o Miles Davis. Las paredes estaban repletas de discos desde el suelo al techo. En cualquier lugar de esa casa encontrabas diferentes artistas, y mi abuelo sabía en qué lugar estaba el un disco concreto de un artista y una época determinada. Además aprendí a ver con otros ojos instrumentos como la tuba, el piano y sobre todo, el saxofón. Desde que tengo memoria, mi tío siempre ha tocado el saxo. Recuerdo como los dos nos encerrábamos en la salita y me regalaba distintas melodías con las que yo me divertía.

Al mismo tiempo, en este tiempo de verano, llegaba el festival de jazz de Vitoria, al que en un principio iba con mis abuelos y unos bocadillos. Entonces pude disfrutar de veteranos del jazz, como dice mi abuelo. Aquellos veteranos fueron desapareciendo, con la consecuencia de la falta de asistencia a los posteriores festivales. Hablo de mi abuelo, porque su puesto fue ocupado por mi tío, que es el que entonces me llevaba al mismo festival, pero con ritmos diferentes, más modernos. Así conocí a artistas como Jamie Cullum o Santi Ibarretxe con su loco e incomprensible Primital.

Ahora ha llegado el momento de disfrutar de dichos músicos en solitario, quizás con algún acompañante, lejos de aquellos que me enseñaron a apreciar el jazz, pero siempre agradeciéndoles en silencio que me hayan transmitido esta Herencia Inconsciente.